5 de octubre de 2007

HAIRSPRAY


El aquí presente esta de celebración. De siempre he sido un fiel defensor del género musical en el cine y adoro esas épocas en que se ponen de moda. Y se llenan las carteleras de películas donde actores que creíamos serios y tímidos nos hacen reír con bailes de salón y coreografías dignas de Gene Kelly.
No solo me refiero a John Travolta (que damos por supuesto que sabe bailar y cantar) ni tan siquiera a Christopher Walken (que seguro que para mas de uno habrá sido sorpresa), estoy hablando de Michelle Pfeiffer (que veremos de nuevo en Stardust muy pronto) que, al igual que Richard Gere en Chicago o Ewan McGregor en Abajo el amor, nadie podía imaginar que cantara y bailara con ese swing tan… elegante. Incluso James Mardsen (el inaguantable Cíclope de X-men) nos deleita con un personaje simpático y divertido. Pero vayamos por partes.
Permitidme que hable un poco de la banda sonora. Que teniendo en cuenta que tratamos con un musical, ésta sería un 60% de la película. Solo la puedo describir con un FANTASTICA. A diferencia de los temas de Olivia Newton-John en solitario en Grease, que solo hacían que bajar el ritmo de ese gran musical, Nikki Blonsky (la novata de la película) se nos presenta con un “Good Morning, Baltimore” cual Bella de Disney en “su pequeña aldea” y ya nos hacemos la idea que esto va en serio, es decir, de cachondeo y jarana. Y para cachondeos los que monta Travolta con su “marido” Walken en el patio con “You’re Timeles to me” o Michelle en plan corista en un casting con “The Legend of Miss Baltimore Crabs” (Miss Ladillas, si, es correcto).
En definitiva; rock, swing, rithm ‘n’ blues, soul y una Queen Latifah (de rubia y guapísima) que termina por hacernos bailar en la butaca. Al menos, un servidor, se fue bailando de la sala.

Que decir del resto. La labor de un departamento de arte capitaneado por uno de los grandes. David Gropman (su último arte, el de Casanova de Lasse Hallström) consigue llevarnos a la época pastelosa de la América profunda de los años sesenta. Los coches, los comercios, las estanterías repletas de juguetes y cachivaches de la época. Incluso los artículos que vende “papá” Walken son de esa época.

Al igual que toda la faena de vestuario (magnifica Rita Riack, gracias a ella tuvimos a una esplendida Sharon Stone en Casino) que acompasa con sus fabulosos vestidos las coreografías de cada uno de los actores. De vestuario, resaltar a madre e hija saliendo de Mr. Pinky, una tienda para tallas especiales y el numero final de Travolta y Blonsky (las dos vestidas para la ocasión).

Para cerrar esto quiero salir en defensa de John Travolta y su participación en esta película. Puede que mas de uno se pregunte porque aparece haciendo un personaje femenino (también es cierto que en la versión original de 1988 lo interpretaba Divine, que tampoco era una mujer) y posiblemente es el respeto al origen del personaje, más que otra cosa, lo que empujó a Adam Shankman (director de la criatura) a pedir al actor que interpretara a Edna Turnblad.
Y creo que a nadie le chirriaran los ojos de ver a un hombre interpretar a una mujer. Travolta consigue ocultarse bajo el látex dejándonos al descubierto solo la mirada. La misma historia nos oculta al actor y (aquí uno lo asegura) nos olvidamos de él.

Conclusión: Ideal para sábados de no “hacer ná”. No se lamentara.

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